EL MASAJISTA EN LA HISTORIA

El masaje es una de las formas más antiguas de terapia que se conoce. Consiste en la aplicación de presión, fricción, percusión o vibración sobre los tejidos blandos del cuerpo, con el fin de producir efectos beneficiosos sobre la salud, el bienestar y la relajación. El masaje se puede realizar con las manos, los dedos, los codos, las rodillas, los pies o con instrumentos específicos.

Los orígenes del masaje se remontan a la prehistoria, cuando los seres humanos se frotaban o golpeaban las zonas doloridas o cansadas para aliviarlas. También se cree que el masaje se utilizaba como una forma de comunicación afectiva entre los miembros de un grupo. Las primeras evidencias escritas del masaje se encuentran en textos antiguos de China, India, Egipto, Mesopotamia, Grecia y Roma, donde se describen diferentes técnicas y beneficios del masaje para tratar diversas dolencias físicas y mentales.

Durante el Renacimiento en Europa, la práctica del masaje experimentó un resurgimiento gracias a la obra de médicos y anatomistas que reconocieron sus beneficios en en las personas. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el masaje resurgió nuevamente en Europa y Estados Unidos gracias a figuras como Per Henrik Ling (conocido como el padre del masaje moderno) y Mary McMillan (considerada la madre de la fisioterapia en Estados Unidos). Estas figuras contribuyeron al desarrollo del masaje como una profesión legítima y respetada.

En China, el masaje se consideraba una parte integral de la medicina tradicional, basada en el concepto de equilibrio entre el yin y el yang y el flujo de energía vital (qi) por los meridianos del cuerpo. El masaje se utilizaba para estimular o sedar los puntos de acupuntura y para armonizar el organismo. El masaje chino más antiguo se llama anmo, que significa presionar y frotar, y se practica desde el siglo III a.C.

En India, el masaje se vinculaba con el sistema médico ayurvédico, que busca la armonía entre el cuerpo, la mente y el espíritu. El masaje indio más antiguo se llama abhyanga, que significa untar con aceite, y se realiza con aceites medicinales y hierbas aromáticas. El abhyanga forma parte de los rituales diarios de higiene y salud en la cultura india.

En Egipto, el masaje se asociaba con la belleza, la salud y la religión. Los egipcios utilizaban aceites esenciales extraídos de plantas para realizar masajes aromáticos que favorecían la relajación y el rejuvenecimiento. También empleaban ungüentos y bálsamos para curar heridas y enfermedades de la piel. Los egipcios fueron los primeros en utilizar el masaje como una forma de arte, plasmando escenas de masajes en sus pinturas murales y en sus papiros.

En Mesopotamia, el masaje se relacionaba con la magia y la medicina. Los mesopotámicos creían que las enfermedades eran causadas por espíritus malignos que entraban en el cuerpo a través de los poros. Por eso, utilizaban el masaje para expulsarlos mediante la presión y la fricción. También usaban aceites, ungüentos y plantas medicinales para aliviar el dolor y favorecer la curación.

En Grecia, el masaje se integraba con la filosofía, la ciencia y el deporte. Los griegos consideraban al masaje como una forma de mantener la salud y la belleza del cuerpo y del alma. El masaje griego más famoso se llama kinesiterapia, que significa movimiento terapéutico, y consiste en combinar el masaje con ejercicios físicos para mejorar la movilidad articular y muscular. El kinesiterapia se aplicaba tanto a los atletas como a los enfermos.

En Roma, el masaje se difundía con la expansión del imperio romano. Los romanos adoptaron muchas de las técnicas de masaje de los griegos y de otros pueblos conquistados. El masaje romano más conocido se llama frictio, que significa frotamiento, y consiste en aplicar aceites calientes sobre la piel para relajarla y limpiarla. El frictio formaba parte de los rituales de los baños públicos romanos, donde se realizaban diferentes tipos de masajes según las necesidades de cada persona.

Con la caída del imperio romano y el inicio de la Edad Media, el masaje entró en decadencia en Europa, debido a la influencia de la Iglesia, que lo consideraba una práctica pagana y pecaminosa. Sin embargo, el masaje se mantuvo vivo en otras partes del mundo, como en Asia, África y América, donde se desarrollaron diversas formas de masaje adaptadas a las culturas y tradiciones locales.

En Asia, se destacan el masaje tailandés, que combina el masaje con estiramientos y posturas de yoga; el masaje japonés shiatsu, que presiona los puntos de acupuntura con los dedos; el masaje coreano chuna, que manipula las articulaciones y los huesos; y el masaje indonesio pijat, que utiliza aceites y hierbas para estimular la circulación y el sistema nervioso.

En África, se resaltan el masaje egipcio hakim, que utiliza aceites y piedras calientes para relajar los músculos; el masaje marroquí gommage, que exfolia la piel con una pasta de aceite de argán y sal; el masaje etíope tibeb, que frota la piel con una mezcla de mantequilla y hierbas aromáticas; y el masaje sudafricano ubuntu, que aplica presión con las manos, los codos y los pies sobre todo el cuerpo.

En América, se sobresalen el masaje maya sobada, que trata los problemas del aparato reproductor femenino; el masaje inca quapaq ñan, que armoniza los centros energéticos del cuerpo; el masaje hawaiano lomi lomi, que utiliza los antebrazos para realizar movimientos rítmicos y fluidos; y el masaje brasileño bambuterapia, que emplea cañas de bambú de diferentes tamaños para estimular los tejidos.